En el baño de un avión, en un elevador, en el trabajo, en un trio o en una orgía, con gemelas, en un probador, con la mamá de un amigo o el papá de una amiga, , grabándote al tener sexo etc… son tan solo una pequeña lista de afrodisiacos mentales e imaginarios que pueden conseguir sonrisas jacarandosas y consumirse en orgasmos y eyaculaciones alucinantes.
La sexualidad comúnmente se piensa únicamente como un acto compartido, sin embargo también se experimenta en forma de ideas o pensamientos individuales, que a veces por miedo, vergüenza o simplemente por conservar la propia intimidad quedan clausuradas del mundo externo.
Estas representaciones mentales, voluntarias e involuntarias, evocan al erotismo y aumentan y escoltan a nuestro líbido. Recuerdos de acontecimientos pasados, deseos reprimidos o insatisfechos, situaciones temidas o irrealizables son los principales hilos que tejen la trama de nuestras fantasías sexuales. Todo lo que nos rodea enriquece su contenido y encienden el motor de su creación.
Es así, como la sexualidad y el erotismo se encuentran también en lo oculto, lo misterioso y lo sugestivo, el lugar en donde todos tus sueños se pueden hacer realidad. Ahí, en donde aquello que no se dice, se piensa y se expresa indirectamente a través de la comunicación no verbal consciente e inconsciente que nuestro cuerpo emite.
Hasta el momento seguramente este motel de 24 horas dentro de tu cabeza esta lleno de las más seductoras historias de sexo, todo suena bien ahí dentro. Pero que pasa cuando el golpe de realidad nos cae como cubetada de agua fría y reaccionamos, no somos los únicos que disfrutamos de esas calientes y deleitantes historias en la seguridad de nuestras mentes y nos enfrentamos a la posibilidad de que nuestra pareja también se enardezca con sus propios relatos.
Tanto para hombres como mujeres, la idea de que nuestra pareja fantasee con alguien más que nosotros o con situaciones diferentes a las que solemos compartir y elaborar en conjunto en la cama, puede resultar amenazante. Sinceramente, a mi ego (esa parte narcisa, egoísta y posesiva que habita en mí) como al de muchos, le duele visualizar la idea de que mi pareja fantasea con otras mujeres y fabrica apasionantes innovaciones que no se atreve a hacer conmigo. Sin embargo, otra parte de mí (más consciente de la libertad, de la autonomía erótica de mi pareja y de quienes me rodean) acepta que no lo podemos ser todo para nadie, la monogamia y la fidelidad no existen de forma absoluta en lo mental. Y eso no significa que la relación no funcione, o que no nos ame nuestra pareja o que no seamos suficientes y sobre todo que no seamos buenos amantes. Es algo totalmente natural, que incluso asincerándonos, a todos nos ha sucedido alguna vez. Y si comenzaras a cuestionarte, si la fantasía sexual del otro o la tuya significan acaso la insuficiencia de ti o de tu pareja en el plano sexual; la respuesta es que no siempre significa eso y que de hecho no tendría nada de malo si así lo fuera. Pues al contrario, este foco rojo podría alertar y propiciar la reestructuración de la pareja en lo sexual y en lo emocional.
La solución no es negarle esa libertad a quien está a nuestro lado o señalarlo de pervertido por imaginar y fantasear, sino eliminar nuestra propia perversión de ser dueños totales del otro y poseerlo en su totalidad.
La fantasía ¿Lícita o ilícita? ¿Libertad o Libertinaje?
La fantasía es la puerta a la liberación sexual, tanto personal como de pareja, por lo tanto hay fantasías que pueden ser compartidas y fantasías personales. Aquellas que pueden participar en el espacio erótico de la pareja, implícitamente requieren de comunicación, sinceridad, apertura, escucha sin prejuicios y la integración de los deseos y necesidades de ambos miembros en la pareja.
Aunque para algunos la fantasía podría representar una forma de infidelidad, para otros es importante y necesario buscar poner en vanguardia nuestras teorías y leyes sobre amor y sexo, describirlas y entenderlas desde apartados diferentes, porque la verdad es que se puede coger sin amar y se puede amar sin coger. Dejemos de ser esclavos de los rígidos ideales sociales de amor, erotismo e intimidad y permitíamos a la naturaleza polígama del ser humano vivir a través del pensamiento sin culpas y mortificaciones.
Las fantasías, son esas pequeñas “transgresiones” mentales aceptables, que de hecho muchas veces funcionan como fertilizantes sexuales y relacionales, pues ofrecen una apertura para experimentar nuevos deseos sin tirar todo a la basura. La imaginación es uno de los pocos caminos que nos permiten ser totalmente libres expandiéndonos a un infinito mundo de posibilidades y experiencias alternativas en forma de imágenes eróticas.
Esta libertad y apertura a la imaginación sexual que a veces es mal vista, señalada y juzgada es simplemente un recurso natural y sano que tanto hombres como mujeres utilizan para no ir a experimentar con extraños esos deseos y terminar arrastrando culpas por ello. Las fantasías nos permiten salir de la rutina, darle un poco de sabor y diversión a los encuentros sexuales, alimentando así la relación con confianza y respeto.
El disfraz de policía alma de nuestro fetichismo, sexo con las ventanas abiertas con nuestro exhibicionismo como protagonista y/o dar vida al sadista que todos llevamos dentro usando esposas y látigos promueven el equilibrio psíquico, en donde el mundo mental y real tienen un encuentro cercano y hacen las paces por un momento y en donde nuestros alteregos sexuales pueden respirar sin sentirse reprimidos o frustrados. Además alimenta el deseo e intensifica el placer haciendo posible lo imposible en un plano imaginario sustituyendo la realidad por una más atractiva, aunque sea por un instante.
Mientras la masturbación y la pornografía son una buena herramienta y catalizadores para la fantasía individual, el break de la rutina en la cama es un buen momento para las fantasías que se terminan compartiendo.
Cuando la fantasía se convierte en pesadilla…
Sin embargo, los costos y riesgos de algunas fantasías llevadas a la realidad desde la impulsividad y sin previa meditación pueden llegar a corrompernos a nosotros mismos, a nuestro sistema de valores y a destruir todo aquello que hemos construido desde el compromiso, el equilibrio entre nuestros impulsos e instintos y los acuerdos sociales y emocionales que hemos decidido incorporar a nuestra visión y concepto de la sexualidad y la vida en pareja.
Llevar a cabo o pensar obsesivamente en fantasías que constituyen socialmente un delito, representa un riesgo que puede repercutir en nuestra vida y en la de alguien más. La clave está en adueñarnos del deseo y la fantasía y no que el deseo y la fantasía se adueñen de nosotros, por ejemplo: en “American Beauty” la fantasía por la amiga adolescente de su hija se apodera de un hombre hasta llevarlo al borde, casi a la locura.
Del mismo modo, recuerdo perfecto la experiencia que me compartió un amigo, en donde pudo llevar acabo el sueño de muchos hombres, tener sexo con dos mujeres y a diferencia de lo que muchos creerían término siendo un trago amargo, que lo hizo cuestionarse como persona y el cual experimentó como una traición a su propio sistema de valores, refiriendo sentirse vació. Su idea era más seductora que el acto mismo.
En conclusión, el erotismo imaginario llega a ser traicionero, pues la fantasía misma al ser alcanzada y realizada pierde lo seductor y atractivo, al ser destruida para solidificarse en realidad. O simplemente en la fantasía era incomparable a ya ejecutada en la cama.
¿Cómo hacer de la fantasía un recurso personal y un recurso dentro de nuestras relaciones?
Los ideales románticos y sexuales, son todas teorías que hablan solamente sobre la conexión y no hablan mucho de la necesidad de libertad, de autonomía e independencia dentro de la relación. Los criterios de estar juntos están bien desarrollados, pero los criterios de distancia y de diferenciación dentro de la relación y el sexo no.
El reto es lograr que tanto nuestras parejas, como nosotros mismos nos reconciliemos con la idea de que no solamente es sano lo seguro y predecible tanto en el acto como a nivel mental. Sino que también es sano que se manifieste lo excitante, lo obscuro, lo oculto y lo misterioso, pues irónicamente genera equilibrio dentro de la pareja y con nosotros mismos. Así, aquello que no se puede vivir, al menos se puede realizar en la imaginación. Satanizar las fantasías, solo sataniza las múltiples posibilidades sexuales.
El desafío de nosotros como pareja, es hacer a un lado a nuestro ego que busca ser protagonista de cada orgasmo y deseo de nuestra pareja y entender que el ser humano no es monógamo por naturaleza y que la fantasía es el medio para recuperar esa libertad; que si nuestra pareja tiene un compromiso con nosotros y un acuerdo de fidelidad eso no lo limita, ni lo forza a mentalmente limitar también sus fantasías únicamente con nosotros. Además que eso no significa falta de amor o compromiso, simplemente es una búsqueda de equilibrio dentro del compromiso, buscando satisfacer al instinto sexual que suele verse atraído ante lo prohibido, ante lo que no se tiene. Por qué el deseo es justo eso, anhelar lo que no se tiene. Y aunque suene muy revolucionario, paradójico y liberal, el dar libertad y permitir la independencia sexual y erótica de nuestra pareja fomenta el deseo, es decir resultamos otra opción más y no una obligación. Sin embargo, estando consciente de que en la imaginación todo es posible pero en la pareja no se puede forzar ni obligar a nada, todo siempre llevándolo a cabo desde un común acuerdo.
La fantasía es un gran recurso para romper la monotonía en la cama, ya sea con juegos en donde la pareja se personifica entre disfraces y buenas actuaciones de completos extraños que no hacen el amor, sino tienen sexo y se dejan llevar por sus instintos más carnales sin miedo a las consecuencias y los resultados. Por ejemplo, una simple mascara de Darth Vader con un dialogo como “feel the force”, puede desaparecer el sexo rutinario, sustituyéndolo y estimulando un divertido e intenso encuentro totalmente fuera de esta galaxia. Solo tienes que confiar y expresar tus fantasías, tener la disposición de llevarlas a cabo, ser creativo para fortalecer la dinámica sexual y dejarte llevar.
El reto de nosotros con nuestras propias fantasías es no juzgarlas, ni sentirnos culpables por ellas, hablarlas cuando sea necesario y saber que son formas sanas de vivir nuestro erotismo fuera de la pareja. El espacio interno erótico es sano, representa un equilibrio entre las dualidades de amor y deseo, de intimidad y fantasía y la diferenciación de lo mío y lo nuestro.
Si únicamente llevando a cabo la fantasía puedes disfrutar del sexo, lo recomendable es buscar un profesional. O si pensar en ello te genera frustración y no puedes frenar este tipo de pensamientos, un profesional es el indicado para ayudarte a escuchar tus fantasías y que necesidades tanto sexuales como emocionales se encuentran detrás de ellas.
Tenemos mucho por trabajar y comprender en cuanto a nuestra propia sexualidad, liberarnos de muchas cadenas que complican nuestros instintos y necesidades sexuales así como nuestros deseos y gustos personales. Cada persona es un universo y en lo erótico y lo que para alguien es placentero para otro puede no serlo, sin embargo el respeto es la clave para lidiar con esas diferencias, ya sean de nuestra pareja o de personas que nos rodean, física y también mentalmente.